Hace mucho, mucho tiempo, vivió en una gran ciudad, una mujer (llamada Tomasa).
La cual era la dueña de una tienda de empeños, donde la gente dejaba parte de lo que tenían, a cambio de un poco de dinero que arreglar sus problemas.
Tomasa ya era una mujer mayor y aunque la vida no la había tratado bien en el amor, si en los negocios, ya que su negocio en tiempos difíciles, era cuando mas ganaba y mas ahora que se acercaba la navidad.
La vida no le había dado hijos, ni sobrinos, ya que la única familia que tenía era a su hermano Pedro, que aunque estaba casado desde joven la vida no le había dado hijos, por mucho que los deseo.
Pero Tomasa no se llevaba bien con su hermano que era menor que ella, ya que a pesar de no tener hijos y ser pobres, los amigos no le faltaban ya que era un hombre con un gran corazón.
Era el día antes de navidad, y la tienda estaba llena de gente, queriendo vender algunas de sus cosas a cambio de algo de dinero.
Para Tomasa trabajaba una joven, despachando al publico a la cual le pagaba una miseria a cambio de pasarse el día trabajando sin parar.
Pero aquella joven no tenía familia, y nadie que la ayudase a nada, así que conservar ese trabajo era lo único que podía tener para pagar el alquiler de un cuarto pequeño.
Era casi de noche, cuando a la tienda llego una tarjeta de felicitación de su hermano Pedro, como cada año en esas fechas, en la que la invitaba a Tomasa y a su empleada Silvia, a su casa el día de Navidad.
Pero Tomasa en cuanto veía la tarjeta se ponía de mal humor y le decía a su empleada, que la echase al fuego que no servía para nada.
Pero su empleada Silvia, la guardaba en su bolsillo sin que Tomasa la viera, cosa que había estado haciendo desde que empezó a trabajar allí.
A Silvia le gustaba guardarlas para ella e imaginarse que era su familia quien se la mandaba, para estar con ella en Navidad.
Cuando llego la hora de cerrar la tienda esa noche (Tomasa, refunfuñando), le dijo a su empleada que al día siguiente no tenia que trabajar, ya que era Navidad y nadie iba a su tienda ese día.
Pero que no esperara que le pagase demás, y que al día siguiente después del día de Navidad tendría que recompensarla trabajando el doble si quería seguir trabajando allí.
Si, señora contestaba (Silvia muy sumisa), y con las manos y los pies helados, por no tener suficiente dinero para comprase unas botas nuevas, unos guantes y un abrigo que le abrigase esos días de invierno, Silvia se marcho a su casa, (si es que se le podía llamar así).
Y Tomasa se marcho a su casa en el centro de la ciudad, era una casa tan grande, que ella solo vivía en la parte de abajo, sin subir nunca a la parte de arriba.
Su viejo perro la esperaba, como cada noche al lado de la chimenea esperando que se la encendiera para calentar sus viejos huesos.
Pero Tomasa era tan tacaña que solo echaba un poco de leña a la chimenea, así que el calor que desprendía era muy poco.
Se tomaba un vaso de caldo, y se acostaba enseguida, para así dormirse pronto, y por la mañana tener tiempo de contar todo el dinero que guardaba bajo una losa en su casa, ya que no se fiaba de los bancos.
Porque cada vez que podía, le gustaba contar todo el dinero, que había guardado con el paso de los años, sin importarle nada mas.
Pero algo paso esa noche, alguien llamo a su puerta haciendo mucho ruido, y Tomasa con muy mal genio dijo: ya voy, y abrió la puerta.
Aunque desconfiada, Tomasa pregunto, que quería siendo tan pequeño a esas hora de la noche.
Aquel pequeño le respondió algo asustado, traigo un mensaje de su empleada Silvia Señora, se ha puesto muy mala y como yo soy su vecino, mi madre me ha dicho que viniese a avisarla, ya que Silvia habla siempre muy bien de usted, y no tiene a nadie mas.
Tomasa se queda quieta y callada ante aquella situación, y el pequeño le dice señora yo ya la he avisado, me voy.
Tomasa cierra la puerta muy despacio mientras piensa: que se ha creído esa empleada, que yo tengo tiempo para ir a cuidarla, anda y que se cuide ella sola.
Pasaron las horas pero algo dentro de Tomasa no andaba bien, sentía algo que le molestaba en el pecho, algo parecido a la culpabilidad, se sentía mal de no ayudar a aquella joven.
Pero eso no puede ser se repetía a si misma, yo no soy su familia, a si que me iré a dormir.
Pero el sueño no le llegaba, ya que sin darse cuenta la preocupación por saber de aquella joven, tonta y torpe no dejaba de preocuparle.
Así que llego la mañana y Tomasa sin haber dormido nada esa noche y sintiéndose mal y angustiada, en ese momento oyó en la calle la gente diciendo ya es Navidad, felices fiestas.
Tomasa se vistió muy tranquila y se hizo un café y como ese día no tenia que ir a trabajar se propuso salir a la calle, y viendo la felicidad de las personas con las que se cruzaban, algo le paso, y es que el espíritu de la Navidad se le había contagiado, así que fue a comprar unos dulces y a visitar a Silvia su empleada.
Al llegar a casa de Silvia Tomasa llamo a la puerta, pero nadie respondió, así que volvió a llamar muy insistente, pero nada, nadie abrió, pero en ese momento el pequeño que fue a buscarla por la noche la vio allí y le dijo - que Silvia estaba mejor y que había salido a dar una vuelta para calentarse un ratito a sol.
Y Tomasa pensó que irresponsable, si esta mala no debería salir a la calle, debería estar descansando, así que tendré que ir a buscarla- dime niño sabes por donde estará, anda si me ayudas estos dulces que llevo aquí serán para ti.
Si señora yo le digo, y dándole Tomasa los dulces al pequeño se fue a buscar a su empleada Silvia.
Y justo en el parque de allí al lado, Silvia estaba sentada en un banco tomando el sol. Tomasa al verla le pregunto: ¿no estas enferma muchacha? si un poco respondió Silvia, pero es que en mi casa hace mucho frio.
Pues claro, dijo Tomasa refunfuñando, es que donde se esta bien con este frio es sentada al lado de una buena chimenea, así que vamos a mi casa, que allí nos calentaremos al lado de un buen fuego y te haré una sopa caliente para que te mejores.
Silvia sin apenas creérselo acepto de muy buenas ganas y se fue con Tomasa, su jefa y ahora según parecía su amiga.
Y así fue como Tomasa y Silvia se hicieron amigas, aunque pasado un tiempo se llevaban tan bien que parecían madre he hija.
Así que desde entonces, pasaron las Navidades siempre la una en compañía de la otra, cuidándose y desde aquel día Tomasa entendió que siempre es mejor tener a alguien a tu lado, aunque no sea de tu familia.
FIN